El camino de una vida (parte 5)

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Los números recorrían poco a poco la pantalla del elevador, Jonathan prudentemente guardaba silencio, si bien es cierto nunca le ocultaron la situación que envolvía a su familia durante toda su vida era la primera vez que percibía tanta tensión entre su madre y el único padre que él conocía, Diego estuvo ahí desde que él nació y con sus primeros años de vida el amigo de su madre había sido muy importante en su primera infancia y al cumplir sus 7 años se convertiría legalmente en su padre. En su mente estaba Alison su hermana pequeña no hacía más de un mes que celebraban su octavo cumpleaños y sin saber la historia familiar como estaría en ese momento, pero al ver el rostro de sus padres tan perturbado se retenía a preguntar, ya habría lugar para ello pues de momento su joven corazón también latía a mil y se aceleraba con cada piso que subían pues a fin de cuentas y aunque jamás trato con el hombre en camilla este era su padre biológico. Las puertas del elevador se abrieron y mecáni

La música de los cielos

Se dice que hace muchísimo tiempo atrás y antes que las personas habitásemos el mundo, las aves volaban con suma libertad y envolvían el cielo en sus bellos colores y en sus proezas aéreas, que tanto hemos soñado con lograr si pudiésemos surcar el azul manto del cielo. Se les veía dibujar sus sombras sobre la verde cúpula de los arboles y la hierba movida por la suave brisa en los campos, se podía observar sus nidos en los arboles y en los riscos, en las praderas y en las montañas y se podía ver como en sus diferentes especies adornaban el mundo.

Pero sucedía que todos podían emitir graznidos, pero ninguno se le escuchaba cantar, se sentían orgullosos de sus plumajes y no les importaba el canto, al menos hasta que un día en que sucedió algo que cambiaria el curso de la historia para las aves del mundo.

Llego un cóndor con sus impresionantes alas y visiblemente exhausto aterrizo en medio del bosque exclamando a viva vos en el idioma de las aves: - ¡Casi lo logro, casi lo logro, un poco más y la habría escuchado bien! Pronto todas las aves se acercaron y mientras él retomaba el aire esperaron una explicación mas clara de lo que venia anunciando, y una vez estuvo tranquilo inicio aquel momento histórico.

- ¿Qué es lo que casi logras escuchar?

Exclamo el cóndor: – Como todos saben con mis poderosas alas puedo subir muy alto y un día logre oír vagamente la música de los cielos y desde ese día he estado intentando subir lo mas alto posible para escucharla bien y aprenderla.

Le salió al paso el águila y le dijo: – A decir verdad yo igual vuelo muy alto y también la he oído alguna vez, pero creí que me estaba volviendo loco por lo que nunca dije nada ni intente subir más.

El búho entonces exclamo calmadamente: - Sera demás entonces decir que como las aves somos los que tenemos el privilegio del vuelo, somos los que debemos aprender ese canto celestial y traerlo a la tierra para el deleite de las demás criaturas…

Todavía estaba hablando cuando el halcón intervino: -Esa misión recae en nosotros los mas poderosos, y los únicos que podemos subir tan alto, ya que las aves mas pequeñas como los jilgueros, colibríes, petirrojos y demás miniaturas jamás tendrán ni la habilidad ni el poder de llegar a lo mas alto.

Le respondió nuevamente lleno de sabiduría el búho: - Hermano mio no menosprecies a nuestros pequeños congéneres de los cielos, recuerda que son parte del balance de la naturaleza y a la vez son aunque pequeños, parte importante de la creación.

Sin escucharle todos los poderosos y de enorme envergadura empezaron a discutir sobre quien debería de ser el que subiera hasta lo mas alto para aprender aquella música celestial, y terminaron por decidir que se turnarían uno por uno a subir y el que lo lograse seria el que tendría el honor de repetirlo, y así empezaron a subir uno a uno, y de la misma forma a fracasar uno a uno en el intento.


Solo se les escuchaba exclamar las mismas palabras con las que el cóndor había descendido ¡Casi lo logro! El búho por su parte y sin perder su calma habitual, empezó a ver a su alrededor y veía como las pequeñas avecillas ya hacían tristes por no poder intentarlo, todos excepto uno que enérgicamente batía sus alas y pensaba en intentarlo.

- Amigo mio – le expreso el búho, - Veo que en tu corazón arde el deseo de demostrar que aunque pequeño tienes el valor para hacer tu intento.

- Así es, yo no creo que por ser pequeño yo no puedo aprender esa melodía celestial, pero sé que mis alas no me darán para llegar siquiera a la mitad de lo que al águila, el halcón, el buitre y los demás han podido llegar, pero no por ello me daré por vencido sin intentarlo.

El búho le dijo entonces: - Bien si así lo deseas así será

El búho en es instante extendió sus alas y tomo a la pequeña ave entre sus afiladas garras, pero con el sumo cuidado de no dañarlo, y mientras el cóndor empezaba a alzar vuelo el búho paso veloz sobre su espalda dejando caer al avecilla quien rápidamente se agazapo entre el grueso plumaje del cóndor, sujetándose con sus patas y su pico que al ser pequeños pasaron desapercibidos por el cóndor.

La avecilla primero con miedo y después con seguridad vio como cada vez mas el cóndor subía con sus alas extendidas en medio de una espiral, podía sentir el viento deslizándose entre las plumas del cóndor y las propias, y escuchaba su silbido al colarse entre los pelillos de estas, su corazoncito latía incesantemente mientras las nubes pasaban a su alrededor y podía ver como cambia de tonalidad el azul del cielo.

Y justo cuando el cóndor estaba cansado y empezó a bajar, salió de su espalda y batiendo enérgicamente sus alas empezó a subir y subir viendo como el cóndor bajaba derrotado, y de pronto se vio envuelto por una melodía única, un canto celestial, que pudo aprender completamente, al sentirse cansado extendió sus alas dejándolas inmóviles y descendió.

Desde aquel día todas las aves pequeñas aprendieron una parte de la canción por especie y la repiten sin cesar mientras que las grandes aves solo emiten sus graznidos, mientras que el Ruiseñor repite orgulloso el canto que aprendió en lo alto de los cielos.


Nunca menosprecies a nadie, todos tenemos un don y un lugar importante y mientras tú ves a alguien que quizás pienses que no vale la pena ayudar o valorar, recuerda que también puede haber otro pensando lo mismo de ti, así que porque no colaborar todos para poder cantar la melodía celestial.

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Si te gusto esta historia te invito a leer "Prejuicios y el grito de la conciencia" dando clic aqui se que te gustara esta reflexión

Entre tanto hasta nuestro próximo post.


Comentarios

  1. Hermoso relato y buena moraleja que sin duda podemos y debemos aplicar a nuestra vida. La humildad y el valorar a los demás nunca nos perjudicarán pero sí pueden hacernos personas justas :)

    Muy bonita la historia, me ha gustado mucho!

    Un abrazo.

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    1. Julia muchísimas gracias por venir y también gracias por tu apreciación, me algra que te gustara el cuentecillo un fuerte abrazo :-D

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  2. La verdad es que muchas veces las personas (que a fin de cuentas estamos representadas en ese texto por los pájaros), se creen más que los demás, y es el fallo. No debería haber nadie por encima de nadie, todos somos capaces de llegar a donde queramos, cada uno en un camino distinto, pero la gracia de la vida es esa, que también ayudarnos es un paso hacia el progreso. Una buena historia Anto, ¡un abrazo amigo!

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    1. Muchas gracias Jose Carlos, quise retomar aquellas figuras de los cuentos de infancia donde los animales jugaban nuestros papeles a fin de tomar la atencón y dejarnos esas moralejas que hoy en dia llevamos dentro, me alegra que te gustara y muy ciertas tus palabras, todos juntos somos mas fuertes que unos contra otros.

      ¡un abrazo igual para ti amigo mio!

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