En más de una ocasión hemos
estado ante el momento agónico de chocar de frente contra un muro, un muro que
puede ser sumamente doloroso de afrontar, y que también puede hacernos derramar
lágrimas ya que después de todo somos humanos y funcionamos a base de
sentimientos y emociones, y al igual que una de las más poderosas como lo es la
alegría también estamos expuestos a la dolorosa tristeza, que aunque por más
que no lo queramos deberá ser compañera recurrente en estos momentos, hablamos
de ese instante en él nos damos de bruces contra el muro de haber cometido un
error.
Resulta que como personas que
somos, estamos a merced de la posibilidad de equivocarnos y no por ello dejar
de ser efectivos en lo que hacemos, después de todo el equivocarse es parte del
proceso de aprendizaje, y como ya todos sabemos nunca dejamos de aprender en la
vida, por lo que intrínsecamente jamás dejaremos de equivocarnos y de cometer
errores, mas sin embargo no por ello dejara de tener un sinsabor el hecho de
enterarnos un instante después que estamos seguros que hicimos algo de la mejor
manera, resulta que en realidad no es así.
Primero que nada debemos ser conscientes
de un hecho importante, como lo es aceptar el error ya que si desde un inicio
ponemos la traba de las excusas para no reconocerlos desde ese momento
truncamos toda posibilidad de aprendizaje, luego le seguirá el acto de afrontar
el error y aquí podemos detenernos un momento a pensar en algo, probablemente
tengamos el buen juicio de reconocer y aceptar el error, pero a veces tratamos
de huir de él, en el peor de los casos ni
siquiera tratamos de encarar la situación y simplemente desaparecemos de
escena.
Pero también tomamos un camino
fatalista en el cual aceptamos el error, nos responsabilizamos, aceptamos
consecuencias, y luego decidimos que si nos equivocamos es porque no tenemos lo
necesario para aquello en lo que nos equivocamos, llámese proyecto personal,
empresa o trabajo. Pero si tomamos en cuenta lo expuesto al principio “
en la vida nunca dejamos de aprender por lo
que intrínsecamente jamás dejaremos de cometer errores” tendremos claro que
la capacidad de una persona no esta medida en los errores que no comete, sino
en cuanto puede aprender de los que si comete.
De antemano debemos tener claro
que un error se da por dos motivos, o estamos intentando innovar un precepto ya
establecido o ignoramos el precepto que debíamos seguir por lo que incumplimos
su proceso, dicho de tal forma que el verdadero valor de una equivocación recae
en que aprendemos que nuevo rumbo debemos seguir o que rumbo debemos crear, y
no en sentirnos incapaces cuando en realidad estamos en un punto de madurar
hacia un nuevo nivel de habilidades.
De tal forma que si aceptamos el
error, encaramos sus consecuencias, exprimimos todo el potencial de la lección
que nos deja y lo sumamos al proceso de aprendizaje para luego continuar con la
frente en alto, seremos el doble de valiosos, ya que al transitar nuevamente
por el mismo camino llevaremos la experiencia aprendida lo que nos volverá elementos
sumamente firmes, y exponentes como realizadores de retos.
Sucede entonces que al final las
personas más capaces en una labor serán aquellas que cometieron los errores
propios del proceso de aprendizaje y no aquellos que fatalmente decidieron que
si se equivocaron entonces no están hechos para el reto que se les puso
enfrente, por lo que tristemente se rindieron sin darse cuenta que justo ahí estaban
empezando a ser mejores, nunca te rindas a la primera siempre debes dar la
batalla, recuerda que un guerrero se vuelve famoso no por una piel intacta sino
por las cicatrices del combate.
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