Detente un momento a recordar y piensa un instante la
siguiente frase “si quiere que lo perdone, me va a tener que rogar”. ¿Te suena
conocida?
Todos hemos sido víctimas o victimarios en algún momento de
nuestras vidas, y también hemos sentido ese dolor en nuestros sentimientos
cuando nos lastiman, pero veámoslo desde las dos perspectivas. Analicemos
primero el papel de victimario y luego veamos el lugar de la víctima el cual
sin lugar a dudas será el más complejo de tratar.
Victimario:
Sabemos de antemano una vez hemos dejado de hablar o
exactamente un segundo después de dañar que hemos actuado mal e inmediatamente
o unos segundos más adelante inicia el remordimiento de conciencia, e
instintivamente sentimos el impulso de pedir disculpas y queremos que nos
perdonen para recuperar nuestra paz interna, si tenemos las agallas de hacerlo
pues qué bien, sabes reconocer tus errores y dejarte llevar por tu impulso de
bondad y humildad que está en tu corazón.
No hay nadie exento de cometer el error de lastimar, pero
debemos apelar a nuestra moral para reconocerlo, aunque muchas veces nos
sentimos manejados por nuestro orgullo este no nos llevara a nada y al final
sentiremos la necesidad del perdón en nuestras vidas, pues sabemos que la paz
interior es un bien emocional incalculable y muy necesario para poder pensar
con tranquilidad y no sentir ese peso en nuestro hombros,
Tenemos que permitirnos tomar humildad y empatía por el
dolor causado y pedir con sinceridad y arrepentimiento el perdón, ya que esto
nos ayudará muchísimo, pero en realidad ayudará mucho más de lo que piensas a
quien dañaste pues aunque no lo creas, entre más tiempo aplaces este sentimiento
de culpa u orgullo que te pide un arrepentimiento, más lastimas a esa persona
que dañaste y en este instante veremos porqué.
Víctima:
Al igual que con el victimario el primer sentimiento que nos
bloqueara para perdonar será el orgullo y dependiendo de los sentimientos de
cada quien cierta sed de venganza, deseamos ver rendida y humillada a nuestros
pies a esa persona que nos lastimó, y nos empezamos a llenar de un veneno muy
poderoso y la vez inimaginablemente dañino: “el rencor”, con su subsecuente producto
no menos hiriente que el primero “el odio”.
Pero al final es importante saber que estos dos poderosos
sentimientos no le hacen daño en lo absoluto a la persona por quien sentimos
tan amargas emociones, sino que por el contrario solo nos hace daño a nosotros,
y aunque pretendamos fingir ante los demás que todo está bien sabemos que en el
fondo no es así, pues estos dolorosos sentimientos de amargura e ira solo están
minando nuestra felicidad que como hemos visto en anteriores entradas, solo
nosotros podemos cultivar en base al amor y la fe en Dios.
Perdonar entonces será un acto liberador para nosotros,
porque si bien es cierto el perdonado se sentirá libre del sentimiento de culpa
que pesa en su corazón, nosotros nos libraremos de un peso mucho mayor en
nuestras almas, al quitarnos energías tan negativas que solo nos dañan a
nosotros mismos minando nuestra serenidad y paz.
En primer lugar debemos
derrotar nuestro orgullo tan difícil de doblegar, pues está armado de
nuestro propio carácter, el cual debemos trabajar siempre para no ser
controlados por nuestras emociones, la razón y la bondad deben reinar en
nuestros corazones para no permitir que la semilla del odio germine y que el
rencor solo sea una idea vaga y no algo que nos consuma.
Además debemos tener conciencia, que la única forma de
resolver una situación en la que hemos sido lastimados es primero que nada
perdonar, liberar no a la persona en sí de su culpa, sino a nosotros mismos del
dolor y el sufrimiento que nos causa la ira.
En conclusión amigos míos, lo que es quiero dejarles con
este post que sinceramente me he extendido más de lo normal, pero porque el
tema valía la pena de verdad. Es que en la mayoría de las ocasiones se puede
salvar una relación o una amistad por el poder curativo del perdón y el amor,
pero habrá relaciones personales que pueden haber quedado irremediablemente
rotas, en estos casos tan tristes debemos perdonar a la persona aunque nunca
más podamos volver a convivir con ella.
Pues el perdón puede ser muy importante para quien es perdonado,
pero el verdadero beneficiado de este acto de liberación es para quien perdona,
ya que solo de esa forma podrá romper las cadenas que han rodeado su corazón y
no le permiten latir con el ritmo de la alegría y el amor.
Recuerda siempre que perdonar es bueno para el perdonado,
pero mejor para quien perdona.
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Entre tanto hasta nuestro próximo post.
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